¿Cuándo vamos a aprender? ¿Cuándo vamos a aprender que las criaturas de Dios pueden
vivir exitosamente en Su mundo únicamente si siguen Sus caminos? Si Dios es completamente sabio y completamente santo, Su Palabra debe ser tanto buena (porque es el fruto de la santidad sin mancha) como la mejor (porque es el fruto de la sabiduría infinita). Si esto es así (y lo es) ¿por qué persistimos en buscar otros caminos?
La vida se transforma en un laberinto desconcertante cuando ignoramos la verdad de Dios y
buscamos la sabiduría en lo bajo. En ninguna parte se ilustra esto más claramente que en la
familia. ¿Por qué el enfrentamiento entre el padre y el niño? ¿Por qué es la paternidad tan
difícil, tan aterrorizante, tan temida? ¿Por qué es que el crecer es tan doloroso y
angustiante? Es porque pensamos que somos más sabios que Dios.
Cuán claras y simples son Sus directrices hacia los padres y los hijos (Efe. 6:1-4). Los hijos
han de obedecer. A los padres se les ha dado autoridad, por parte de Dios, para dirigir a sus
hijos. Ciertamente los padres ostentan la posición de representantes de Dios para sus hijos.
Por esta razón se les ordena a los hijos que honren a sus padres de la misma manera que
honran al Señor mismo (Lev. 19:3; Heb. 12:9). Necesitamos recordar esto en esta época
anti-autoridad. No es irracional esperar obediencia de los pequeños (o de nuestros
“muchachotes adolescentes” si fuera el caso). La autoridad a la que se someten es a la de
Dios y Su autoridad siempre debiese ser honrada.
Los hijos han de obedecer, “porque esto es justo.” Pablo no menciona los muchos
beneficios que reciben los hijos obedientes ni menciona los beneficios que los padres
derivan de los hijos obedientes, él simplemente señala hacia la razón última por la que
hemos de hacer cualquier cosa – porque es justo. Es la voluntad de Dios que tú honres a tus
padres. Sí, grandes bendiciones vienen sobre ti (y sobre ellos) cuando les honras, pero la
razón principal por la que has de hacer esto es que Dios lo requiere.
Pero, ¿qué con respecto a las responsabilidades de los padres? Los privilegios y las
responsabilidades mutuas caracterizan las relaciones de pacto. Si una parte está obligada a
someterse a la autoridad de la otra, le corresponde a la otra parte ejercer esa autoridad de
maneras legítimas y honorables. De este modo Pablo les dice a los padres, “no provoquéis a
ira a vuestros hijos.”
Esto no quiere decir que nunca vamos a hacer que nuestros hijos se enojen. Siendo
pecadores, los niños son egoístas y algunas veces se encolerizan aún cuando ejercemos
apropiadamente la autoridad. El punto es que los padres no han de provocar la ira por
medio de la dirección impía sobre sus hijos. Cuando damos mandamientos anti-escriturales,
cuando hacemos demandas injustas, cuando tenemos expectativas irracionales respecto a
nuestros hijos, cuando nuestros escarmientos son demasiado severos o demasiado laxos,
cuando nuestra dirección es administrada con hipocresía o inconsistencia, en tales casos
ejercemos una dirección impía.
Si nuestros hijos son provocados a ira por la dirección fiel, ellos pecan. Si son provocados
por nuestra dirección inconsistente, irracional o impía, somos nosotros los que hemos
pecado.
No hemos de provocar a nuestros hijos sino más bien “ciarlos en disciplina y amonestación
del Señor.” Debemos gobernar sobre nuestros hijos así como Dios gobierna sobre nosotros.
¿Cómo nos gobierna Dios? Él nos alimenta y nos amonesta. Por lo tanto, debemos instruir,
alentar y dirigir lo mismo que hacer escarmentar, reprender y corregir a nuestros hijos.
Debemos colocar delante de ellos la verdad de Dios y entrenarles a caminar en ella.
Esto no es profundo. No proviene de un tratado densamente impreso, lleno de notas al pié
de página y profesional. Usted no va a encontrar estas cosas en las revistas psicológicas más
recientes. Pero estas simples directrices son la fórmula de Dios para un hogar feliz.
Siguiéndolas los hijos recibirán las bendiciones prometidas del pacto (“te irá bien y serás de
larga vida sobre la tierra”). No serás lastimado por someterte a tus padres. Ellos son los
protectores puestos sobre ti, por parte de Dios, para tu bien.
Al obedecer esto los padres disfrutarán de los frutos bendecidos de hijos que les aman y les
honran, y todavía más importante, que aman y honran al Dios que los hizo (Prov. 29:17).
No tienes que preocuparte de que vas a echar a perder a tus hijos si les das unas nalgadas
como Dios manda. No tienes que tener temor de inhibir su creatividad al insistirles en la
obediencia a tu palabra. No necesitas tener temor de herir su “auto-estima” al decirles
“¡No!” Si Dios nos manda a hacer estas cosas, podemos saber que se pueden hacer con
seguridad y sin ningún percance.
Los niños son bendiciones, no cargas (Sal. 127:3). Los hijos deben valorar, no despreciar, a
sus padres (Prov. 17:6). ¿Por qué continuar la guerra doméstica? Olvide las amenazas,
deseche las palabras crueles, abandone el soborno, la manipulación, el engaño, séquese las
lágrimas, y comience, por la gracia de Dios, a hacer lo que Él dice. Entonces, y sólo
entonces, habitará usted con tranquilidad y seguridad y disfrutará de la paz del pacto.
Por J. Steven Wilkins. Hijos, Obedeced
El Rev. Steve Wilkins es pastor de la Iglesia Presbiteriana de la Avenida Auburn (PCA) en
Monroe, LA.
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